martes, 6 de mayo de 2008

EMPATÍA. La voz silenciosa del cuerpo II


Nuestras relaciones se basan no sólo en contenidos manifiestos verbalmente, sino que existen muchísimos otros mecanismos llenos de significado, que siempre están ahí y de los que no siempre sabemos sacar partido. La postura, el tono o intensidad de voz, la mirada, un gesto e incluso el silencio mismo, todos son portadores de gran información, que siempre está ahí, para ser decodificada y darle la interpretación apropiada. De hecho, no podemos leer las mentes, pero sí existen muchas sutiles señales, a veces "invisibles" en apariencia, las cuales podemos aprender a "leer".

La empatía es, por tanto, una habilidad esencial en muchos puestos de trabajo, especialmente en aquéllos que tienen que ver con el trato al público.


Las personas débiles en esta habilidad tienen dificultades para "leer" e interpretar correctamente las emociones de los demás, no saben escuchar, y muchas veces son ineficientes leyendo las señales no verbales, razón por la que pueden evidenciar una torpeza social, al aparecer como sujetos fríos e insensibles. ¿Aprender a ser empático?


Por otra parte, el proceder con empatía no significa estar de acuerdo con el otro. No implica dejar de lado las propias convicciones y asumir como propias la del otro. Es más, se puede estar en completo desacuerdo con alguien, sin por ello dejar de ser empáticos y respetar su posición, aceptando como legítimas sus propias motivaciones.



La capacidad para ponerse en el lugar del otro, de forma intuitiva, no sólo racional ni comprensiva, puede ser un lastre y una tortura para quien no sabe manejarlo.


De hecho, a veces alejarse del otro puede ser lo más indicado para no caer en una trampa emocional; sobre todo cuando nuestros recursos son limitados y la situación nos supera. Me parece que es importante tener en cuenta que no siempre quien se aleja del otro carece de empatía.


Así pues, como compromiso a largo plazo podemos seguir con el desarrollo de esta habilidad, proponernos ser más observadores de las señales de nuestro propio cuerpo y del de los demás, encontrando la justa medida entre lo que veo e interpreto, sin abandonar, ni invadir al otro. Sin perderme yo mismo en las necesidades de los demás. Y siempre, cuando hay duda de la señal gestual, la comunicación verbal. El compromiso es; además de saber observar y recoger la información, saberla interpretar la de la forma correcta, entendiendo por correcta, la manera en que me sirva positivamente tanto a mí como al otro.

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